martes, 28 de febrero de 2012

LOS ÁRBOLES DEL BIEN

A mi familia.

Las gentes de Oliva de la Frontera son sencillas, amables y esbozan una sonrisa como Mona Lisa, igual de renacentista. Debe de ser porque se llevan bien con sus vecinos portugueses a pesar de los avatares políticos. En la fotografía tridimensional que puedo ver desde esta casa, hecha a conciencia para pasar aquí toda la vida, está toda la costana sembrada. al azar y con todo el orden del mundo. de encinas y alcornoques, que a estas alturas de mi vida aún me cuesta distinguir si no hay cerdos comiendo al pie de las primeras.
En todo este encinar paradisíaco no me he topado con el árbol del bien y del mal, porque todos son árboles buenos, como las gentes del lugar. En su iglesia, limpia como la patena que sostenía la niña vestida de scout, con sus bancos de la misma madera noble que las encinas centenarias, pude comulgar con tanta naturaleza celestial.
Ahora el horizonte se viste con tules malvas y las encinas de lo alto reverdecen de negro. Pronto la noche acabará por abrir el cielo de par en par a las estrellas que alumbran este rincón, este mar de bien, esta paz…

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